Vicky Peláez
Todos los procesos
mundiales son cíclicos y la historia de la humanidad siempre estará en
constante movimiento, tal es así que la multipolaridad del siglo XX,
después de la desintegración de la Unión Soviética, cedió lugar al mundo
unipolar bajo el dominio norteamericano caracterizado por el caos, la
violencia y el desorden.
"No es ni siquiera el principio del fin. Es quizá el fin del principio". (Winston S. Churchill, 1874-1965)
Sin embargo, después de
dos décadas de la nueva 'Pax americana' y su orden global neoliberal,
estos empezaron a colapsar y se inició una crisis global por el poder
caracterizada por el descontento, la decepción y el desengaño,
canalizados en EEUU con la elección de Donald Trump como presidente. A
tal extremo llegó la crisis global neoliberal que hasta los dos
acérrimos veteranos partidarios y promotores del mundo unilateral
Zbigniew Brzezinski y Henry Kissinger tuvieron que reconocer que para
salir de la crisis actual era necesario crear una conexión trilateral
entre EEUU, China y Rusia. En el reciente Foro Oslo del Premio Nobel de
la Paz, 'EEUU y la Paz Mundial después de la Elección Presidencial en
EEUU', Brzezinski tuvo que reconocer que a pesar de los muchos esfuerzos
de Washington y sus aliados de Bruselas no se pudo dislocar a Rusia, ni
influir en el cambio de la política del Gobierno de Putin. Tampoco
pudieron impedir la formación de la alianza entre Rusia, China e Irán. A
esto se agrega también el fracaso del golpe de Estado en Turquía,
detrás del cual estaban Norteamérica y la OTAN.
Entonces, de acuerdo a
la conclusión de Brzezinski, en la era nuclear "la precaución y la
colaboración deben prevalecer entre Estados Unidos, China y Rusia, si se
desea evitar un conflicto fundamental". En otras palabras, el acierto
de Zbigniew Brzezinski significa la necesidad del retorno al mundo
multipolar bajo la dirección del G-3 (EEUU, China y Rusia). Henry
Kissinger, a la vez, se convirtió en un asesor 'ad hoc' de Donald Trump
para mejorar las relaciones de Norteamérica con Rusia haciendo reconocer
el espacio geopolítico de Moscú en el mundo actual pero siempre
tratando de alejar a Rusia de China y de Irán. Ya no le quedaba otra
alternativa a Washington y hasta uno de los más influyentes voceros del
neoliberalismo, The Washington Post, tuvo que reconocer que "Putin ganó
el año 2016". Lo interesante de la actual situación geopolítica, que
tanto Brzezinski como Kissinger ya no están tomando en cuenta, es que la
Unión Europea se convirtió por la voluntad de los burócratas de
Bruselas en un simple satélite norteamericano. Según la publicación
alemana Spiegel Online, "el 15 de diciembre de 2016, Angela Merkel y sus
colegas europeos decidieron transferir parte de su soberanía militar a
EEUU". A tal extremo llegó la situación con la Unión Europea, que la
publicación cita a Henry Kissinger, que alguna vez se preguntó: "¿A
quién tengo que llamar si quiero hablar con Europa?". La respuesta es
evidente, a partir del próximo 20 de enero habrá que llamar a Washington
para consultar sobre esto a Donald Trump. Los varios emisarios de
Berlín enviados a Washington ya informaron a Angela Merkel que a la
Unión Europea (UE) le esperan años difíciles para las relaciones
transatlánticas.
Los estudiosos de todos
los países del mundo tratan de encontrar las causas del fracaso del
actual orden global neoliberal. El editor asociado de Financial Times,
Wolfgang Münchau, en su artículo 'The elite's Marie Antoinette moment'
(27-11-16) afirmó que el "orden liberal global está colapsando porque la
clase dominante global dejó de percibir el sentimiento del pueblo hacia
el mundo". Según Münchau, "la insurrección popular" tanto en EEUU como
en la UE "está creciendo porque la gente tiene miedo a la reducción de
protección de los consumidores y el aumento del poder de las
transnacionales". En la percepción de este analista, la globalización
neoliberal empezó a adquirir el carácter caótico y violento debido a la
distribución extremadamente desigual de los ingresos impulsada por la
elite mundial y por su política de "flujos incontrolables de capital y
personas".
Münchau considera que
"la acción más correcta sería dejar de insultar a los votantes,
solucionar los problemas del sector financiero que está fuera de
control, de los flujos de capital y personas y la distribución desigual
de ingresos". Sin embargo, el 1% de los ricos y poderosos que controlan
el mundo occidental jamás aceptará estas soluciones a la actual crisis
neoliberal. Dale Carnegie, en su libro 'Cómo ganar amigos e influir
sobre las personas' (1936) anotó que "solamente el 15% de los más ricos y
poderosos lo lograron a través de su conocimiento científico o técnico,
mientras que el 85% restante obtuvieron su riqueza debido a la
manipulación psicológica de la gente o usando lo que se llama 'la
Ingeniería Psicológica'".
Refiriéndose a EEUU, el
país está en manos, según los científicos políticos norteamericanos
Martin Gilens (Princeton University) y Benhamin Page (Northwest
University), de la plutocracia corporativa y financiera que excluyó a
los ciudadanos ordinarios de la participación en las decisiones del
Gobierno, especialmente en los últimos 20 años, lo que produjo
descontento popular. En realidad, Donald Trump y su equipo han utilizado
precisamente los postulados de la Ingeniería Psicológica para lograr el
voto de la clase obrera blanca y los sectores empobrecidos por la
política de globalizadores acentuada especialmente desde la Presidencia
de Bill Clinton en 1993. Durante los ocho años de Gobierno de Barack
Obama, que se inició en 2009, la "economía real", definida por el
filósofo francés de origen argelino Pierre Rabhi como "un sistema
orientado a destinar recursos para satisfacer las necesidades de la
mayoría de la población", dejó de existir debido a la monetización de la
economía orientada exclusivamente al proceso en el que "el dinero
produce dinero". La política exterior norteamericana desde el trágico
9/11 también había sido concebida por el sector industrial militar y el
financiero como una forma de ganar dinero apoderándose de los abundantes
recursos energéticos de Oriente Próximo.
Sin embargo, la guerra
no solamente produce ganancias sino también estragos físicos y
financieros al país envuelto en una aventura militar en calidad de
agresor. La recuperación económica de la que hablan los medios
globalizados de comunicación sigue siendo un deseo y no una realidad. De
acuerdo al expresidente del Council of Economic Advisers bajo Obama,
Alan Krueger, "el 94% del aumento de puestos de trabajo —unos 10
millones— en la década pasada fue en calidad de 'trabajo alternativo'",
es decir, empleo a tiempo parcial, contratistas o trabajo independiente
que en la mayoría de los casos no aporta ningún beneficio.
La política exterior
norteamericana del Premio Nobel de la Paz, Barack Obama no lo hizo
convertirse al presidente de la paz sino en promotor del caos. Como lo
definió el político norteamericano Ron Paul, el líder norteamericano
Obama ordenó "lanzar bombas sobre siete países y se convirtió en el
primer presidente en la historia de EEUU bajo cuya dirección
Norteamérica ha estado en guerra cada día durante los ocho años de su
Administración". También durante su Presidencia se programó que EEUU no
estaría presente, por primera vez desde 1945, en tres negociaciones
fundamentales de paz: primero, el Acuerdo de Minsk sobre Ucrania de
Rusia, Ucrania, Bielorrusia, Francia y Alemania; segundo, la próxima
cumbre sobre Siria en la que participarán Rusia, Turquía e Irán; y
finalmente la reunión sobre el futuro de Afganistán con la asistencia de
Rusia, China y Pakistán.
Precisamente, el caos
propagado por la Administración de Obama en Oriente Próximo y la Unión
Europea, sumado con la crisis económica, para la que Washington y
Bruselas hasta ahora no encontraron una solución y se enfrascaron en
todo tipo de acusaciones contra Rusia para distraer la opinión pública
mundial, han creado las condiciones para el vacío del poder geopolítico.
China y Rusia lo ocuparon inmediatamente, tal y como lo reconocieron
Brzezinski y Kissinger, creando así las condiciones para el retorno al
mundo de una nueva composición pluripolar mundial cuyo liderazgo sería
compartido por EEUU, China y Rusia en el orden de países definido por
Brzezinski.
No le queda otra
alternativa a Donald Trump que seguir el camino del mundo multipolar,
por lo menos mientras esté tratando de recuperar la economía
norteamericana. Por mucho que hable el próximo presidente contra la
globalización, este proceso seguirá su ritmo y Norteamérica tratará por
supuesto de sacarle el máximo provecho, eso nadie lo duda.
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