Por Carlos M. Rodríguez C
La revolución socialista constituye
la utopía, el sueño de los desposeídos, de los marginados, de los excluidos, de
los pueblos oprimidos que luchan contra la dictadura del capital, de los
explotadores. Ha sido el conjunto de
ideales por cuya concreción han luchado, han sido asesinados, encarcelados,
torturados, desaparecidos, violados combatientes, revolucionarios,
trabajadores, estudiantes, campesinos, amas de casa, intelectuales, etc.
La construcción de la sociedad
socialista, de la revolución clasista necesita para su andamiaje operacional de la presencia
de una vanguardia política que diseñe las estrategias para su concreción, para
su ejecución, para direccionar los cambios, para elaborar las políticas a
través de las cuales se logrará la transformación del capitalismo en el
socialismo, de la sociedad de consumo en la sociedad de producción, equidad y
justicia social, política y económica.
La vanguardia debe representar al
pueblo, debe ser el vocero de sus anhelos, de sus deseos, de los reclamos de las
mayorías necesitadas. Debe ser la voz de los oprimidos en su lucha por la libertad,
la inclusión, la igualdad. Y debe ser además, el garante de los logros
revolucionarios en el accionar del gobierno, del estado, de la sociedad. Una vanguardia que no cumpla con estos
objetivos no representa al pueblo, y por ende no es revolucionaria.
A pesar de sus errores, el
Comandante Eterno supo escuchar la voz del pueblo y éste se sentía representado
por él, de ahí su liderazgo y su grandeza revolucionaria. Pero lamentablemente,
solamente él era la vanguardia, el arquitecto, el constructor, el artífice de
un proyecto que logró trascender las fronteras de Venezuela, América, para
contaminar a los pueblos del África, Oceanía, Europa, Asia. Su talento, talante, praxis política y
accionar social opacaba a los miembros
de su equipo, que no marchaban al paso
del Gigante (muchos de los cuales, por su ineptitud e incapacidad, nuevo
riquismo y mentalidad corrupta fueron y siguen siendo, o aspiran seguir siendo,
parásitos políticos, élite inútil que surgió alrededor de su persona o de su
pésimo sucesor) debilidad que generó una gran crisis ya que la falta de su
presencia física, intelectual, mental, personal, carisma, erosionó el proceso político,
económico y social y hoy nos encontramos en el medio de una hecatombe que nos
depara un futuro incierto.
En estos momentos el Proyecto
Socialista Bolivariano está herido de muerte. Los desaciertos políticos, económicos, sociales, la
incapacidad del gobierno para resolver los problemas más perentorios de la
población, tales como el bachaqueo, inseguridad personal, escasez de alimentos,
medicinas, artículos de primera necesidad; la inflación galopante, la
incontenible corrupción institucional, la falta de claridad política para abordar
la grave situación que genera la guerra económica, política, mediática,
cultural (la carencia de una visión realmente revolucionaria por parte del
equipo de gobierno, la práctica elitista de hacer política, el constante
enroque de los ministros y altos funcionarios en el equipo de gobierno, el
sectarismo por parte de los funcionarios públicos y equipos partidistas, la
ineficiencia de los altos voceros del gobierno, la impunidad asquerosa, la
complicidad grotesca y un largo etcétera) no sólo han afectado la credibilidad, capacidad gerencial
y política del gobierno, sino a la credibilidad en el proyecto que constituye
la esperanza de vida de la especie humana, tal como lo señala el Plan de la
Patria en su quinto objetivo histórico. Peor aún, constituye un caldo de
cultivo para que “oportunistas reaccionarios” deformen al proyecto
revolucionario e intenten asumir el liderazgo de la revolución, presentándose
como los auténticos “chavistas” queriendo convencer al pueblo de su estupidez,
al tratar de borrar su pasado cómplice, sus dudosas ejecutorias públicas y privadas y su incapacidad para
administrar cargos públicos o representativos.
Es hora de asumir una postura y un
accionar realmente revolucionario que logre mantener vivas las esperanzas del
pueblo, el optimismo por la construcción de un mundo que garantice la felicidad
de nuestras familias, descendientes, la humanidad en su totalidad. Ha llegado
el momento de dejar el inmovilismo, el conformismo, la comodidad, la ética del
no compromiso y saltar a las arenas del combate revolucionario. Es hora de dejar el protagonismo
perverso y el personalismo e individualismo anómalo. La
tarea de rescatar y mantener la revolución es a través de un gran debate en el
cual se incorporen todos los revolucionarios auténticos, la base militante
comprometida con el cambio social, movimientos sociales, colectivos
auténticamente comprometidos, de lo contrario seremos cómplices de la tragedia
política que amenaza a la patria pequeña y a la patria grande.
Es hora de superar el “dejar hacer y
el dejar pasar” y darle un parao a aquellos que ya no nos representan, que
agotaron su quehacer político. Es hora de decirle a las cúpulas política de los
partidos del polo patriótico que la revolución se hace de la base para arriba,
que estamos dispuestos a invertir la pirámide y hacer una realidad la
declaración del himno proletario La Internacional…”lo que hoy son nada todo lo
han de ser”. Ya no hay tiempo que perder al contrario, debemos hacer un
esfuerzo sobrehumano para rescatar la nave que se hunde. Para luego es tarde.
La tarea es difícil. No faltarán
quienes consideren esta decisión como un acto de traición a la revolución; no
faltarán los oportunistas que intenten “colearse” como zorros y camaleones para
tratar de hacerse “propietarios” del ejercicio soberano de la base
revolucionaria. Los grupúsculos corrompidos dueños del poder político, económico e ideológico apuntarán
sus baterías contra toda acción del pueblo que intente desenmascararlos y echarlos
de sus guaridas. Nadie ha dicho que
hacer la revolución es fácil. Pero quedarse callados, aceptar y defender
sumisos, sin chistar, los errores, omisiones, arrogancias, deslealtades es ser
cómplice y en consecuencia autores del derrumbe de la revolución que sangre,
sudor, vidas y lágrimas ha costado al pueblo venezolano, latinoamericano y del
mundo. Asumimos la responsabilidad, los retos y sabremos defendernos. Un
verdadero no tiene miedo a luchar contra los traidores.
Evoquemos el mensaje de Ribas:
“Necesario es vencer”.
Patria, socialismo o muerte.
Venceremos.
carrodcas@gmail.com
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